Aunque las pilas son una cómoda fuente de energía productora de electricidad a partir de reacciones químicas, una vez agotadas en la basura constituyen un residuo especialmente peligroso.
A todas las llamamos genéricamente pilas, pero sus nombres son variados y derivan de la composición interna. Pueden ser alcalinas, carbón-zinc, níquel-cadmio, botón según tengan mercurio, litio y óxido de plata, zinc-aire.
De ellas se alimenta hoy buena parte de la aparatología que usa el hombre moderno, pero el problema principal comienza en el momento de arrojarlas a la basura, ya que, por ejemplo, una micrópilo de mercurio puede contaminar 600.000 litros de agua al liberar sus componentes de mercurio o cadmio, el cual al entrar en contacto con la tierra y posteriormente cuando perchonan y llegan a la ñapa de agua, contaminan la cadena alimentaría.
Si tomamos en cuenta que, sólo en Estados Unidos se eliminan 200 millones de pilas por año, nos daremos cuenta que el tema es más que preocupante.
Cuando la industria electrónica logró niveles de miniaturización casi inimaginables en sus diseños, con la consiguiente facilidad para la fabricación de aparatos portátiles, se produjo una gran explosión de producción seguida de un gran consumo. Al igual que en muchos otros rubros, la industria y el comercio no se preguntaron por el impacto que causarían en el medio ambiente tales productos. Así nos encontramos hoy en el mundo y en nuestro país, que no ha escapado a esta corriente, con el uso creciente de pilas, sin haber desarrollado métodos adecuados para la eliminación o reciclado de estos elementos.
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